Japón es un país con una rica cultura, plagada de mitos y leyendas sobre los poderosos guerreros de su era feudal: los samuráis. De todas estas leyendas la que más me gusta es la siguiente:
Cuenta una antigua leyenda japonesa que un samurai llamado Soken paseaba por el bosque acompañado de su perro cuando de pronto el animal empezó a ladrar en dirección a su amo. El samurai, al principio sorprendido, intentó apaciguar al lebrel sin éxito alguno, pues éste se erizaba más y más enseñando los dientes y gruñendo con ferocidad.
El samurai, asustado, desenvainó su espada pero en aquel instante el animal se abalanzó sobre él… Sin tiempo de reaccionar Soken asestó un golpe y ambos, perro y dueño, cayeron al suelo. Durante el breve lance el samurai soltó su espada y quedó tendido boca arriba. De ese modo pudo ver una serpiente colgando del árbol que tenía sobre su cabeza. Entonces el perro se alzó a duras penas, dio un potente salto y mordió en la cabeza a la serpiente que cayó fulminada al instante.
Soken se levantó del suelo e intentó en vano asistir al perro, ya que el acero había destrozado el vientre del pobre animal. El samurai quedó tan profundamente conmocionado que allí mismo, con el tradicional ritual del Harakiri, se quitó la vida. Tal era la vergüenza que sentía hacia sí, pues tenía la certeza de haber traicionado la confianza de un verdadero y fiel amigo.
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